Los guardianes de piedra: el simbolismo de los Perros de Fu
Foto: Luis Luna
En las calles de Rajastán, donde los palacios de piedra conviven con bazares desbordados de color, una silueta que se repite con insistencia: pequeños vehículos de tres ruedas que avanzan con paso firme, cargados de mundos enteros. No tienen el glamour de los camellos que atraviesan las dunas ni la majestuosidad de los trenes coloniales, pero son, en silencio, la columna vertebral de la vida cotidiana.
Conocidos como tempos o cargo rickshaws, estos motocarros son herederos de una larga tradición de transporte práctico y versátil. Su tamaño reducido les permite deslizarse por los callejones de Udaipur o Jaipur, donde los camiones jamás entrarían, y su bajo consumo de combustible los convierte en aliados indispensables para comerciantes y artesanos. Desde vasijas de cobre martillado hasta espejos con marcos de madera tallada, todo encuentra cabida en sus plataformas estrechas.
El paisaje es inseparable de estos vehículos. En una mañana cualquiera, es posible ver cómo un tempo avanza cargado con alfombras enrolladas, otro con montones de frutas recién cosechadas, y otro más con un arco tallado que parece haber escapado de un palacio. Cada trayecto cuenta una historia de movimiento y transformación: la del objeto que viaja desde un taller escondido en un barrio antiguo hasta el escaparate de una tienda cosmopolita, o la de un agricultor que lleva su producción semanal al mercado.
Hay también una estética inesperada en estos vehículos. El óxido se mezcla con capas de pintura azul, verde o amarilla, los nombres de los propietarios aparecen trazados en tipografías improvisadas, y los retrovisores reflejan, como fragmentos de espejismo, la intensidad de la vida en las calles. Son piezas móviles de un collage urbano que solo puede encontrarse en India.
En Rajastán, donde lo monumental convive con lo íntimo, estos triciclos se convierten en símbolos de serendipia. No están diseñados para el viajero, pero cualquiera que recorra la región terminará cruzándose con ellos, y quizás con la sensación de que el verdadero lujo de un viaje está en detenerse ante lo inesperado: un espejo tallado que asoma por la parte trasera de un tempo, un cargamento de tinajas metálicas que tintinean con el movimiento, o un conductor que sonríe mientras maniobra con destreza entre el caos del tráfico.
En cada esquina, estos vehículos recuerdan que el viaje no está solo en el destino, sino en los pequeños trayectos que hacen posible que la vida siga en movimiento.
Foto: Luis Luna
Foto: Luis Luna